dilluns, 3 d’octubre del 2011

Suicidas

La cresta de la ola
es muerte en cuenta regresiva.
Seamos precavidos,
en la burbuja que estalla
va el rostro de Alfonsina
como inocente preludio de tormenta.
Nadie le cree a los suicidas,
nadie los detiene.
Virginia en la arena, desnuda de carnes,
no hay remedio,
somos la cueva que habitamos
el perverso equilibrio de los pasos.
Hemingway disparándole a la idea
siembra la leyenda del prescrito
y otra vez el mar trae el derrumbe,
Safo azul y desnuda
apuesta al filo de las aguas.
Reinaldo, el pisoteado
disemina su veneno en los contenes
(sangre vencida por las manchas)
el agua nos arde y aún así
somos olvido, inquisición y sueño.
Nadie detiene a los suicidas
ni les cree.

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