¿Quién eres si no
el vencido?
El eterno discípulo que señala
la altura de la espiga.
¿Quién si no la otra mitad,
espacio de mareas limitadas?
La otra mitad, decía, intocable
porque nadie se atreve a poseerte.
Solo importan las cosas que no nombras
innoble tiempo, resinas olvidadas
bóveda y templo en el recuerdo,
léase polvo persistente.
Pero polvo, al fin.
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